Con los ojos cerrados
Con los ojos cerrados, veo más allá que con los ojos abiertos. Veo por ejemplo, que no he visto claramente aquello que tenía tan cerca, seguramente por tenerlo tan cerca, que lo que suponía suave, brillante y hermoso, con los ojos húmedos se aprecia más claramente, y descubro entonces que las sombras eran más largas que el mismo árbol.
Con los ojos abiertos, el tiempo pasa más fugaz a nuestro
lado, llevándose por delante infinidad de momentos que más adelante en el
camino, comenzamos a desear que hubieran sido eternos. Atropellamos en el
empujón, sin medir los costos, buscando un mañana que nunca termina de llegar,
porque cada mañana, cuando abrimos los ojos, sigue siendo hoy, y se necesita
mucho tiempo para descubrir que lo verdaderamente importante, lo auténticamente
hermoso de nuestra vida, no es más que este intocable y sincero presente, tan
efímero, tan ágil y liviano como el vuelo de una mariposa.
Con los ojos cansados, seguramente habremos aprendido, con
los ojos brillantes, seguramente habremos disfrutado, con los ojos húmedos,
seguramente habremos sufrido, con los ojos bien abiertos, seguramente nos
habremos sorprendido, con los ojos bien cerrados, seguramente habremos visto más
allá de lo evidente.
Necesité mucho tiempo para abrirlos, necesité mucho tiempo más
para aprender a cerrarlos, necesité más aún para comprender que para disfrutar
de la luz del sol, es imprescindible haber caminado en la oscuridad.
Hoy, parado sobre el agudo filo del presente, me
siento plenamente preparado para descubrir a cada paso, cada día, algún motivo
para hacer de ese momento, el más importante de toda mi vida, y jugar con el
tiempo intentando hacer eterno lo bueno, y efímero lo denso
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