Jesús Verdugo

El móvil vibró en el bolsillo de mi saco, lo puse en manos libres y atendí la llamada. Eran aproximadamente las 20:30 hs de no recuerdo que día de la semana ni de qué mes del año 2003, la noche estaba algo fresca, nos reíamos en medio de una charla trivial con Milena, mi compañera colombiana de muchos shows con quien habíamos conformado un dúo bastante exitoso cantando covers latinos para un público casi exclusivamente sajón que amaba este estilo de música. El Renault 5 casi se manejaba solo por la Autovía Mediterránea que corre paralela a la Autopista del Sol entre Marbella y Fuengirola, donde teníamos un contrato para trabajar aquella noche.
La llamada provenía del banco donde tenía mi cuenta de ahorros, y aunque extrañaba mucho la hora de la misma, igualmente escuché a la promotora que me ofrecía un seguro de salud, solo le pedí que me llamara una hora más tarde porque en ese momento estaba conduciendo. Transcurrido ese tiempo, volvió a sonar el teléfono mientras armaba mi set en el escenario de aquel coqueto apart-hotel junto al Mediterráneo. Le repetí varias veces a la suave voz del otro lado que no me interesaba la oferta, pero era tan insistente que me obligó a escuchar todo el speach, al final del cual rechacé la oferta, de lo que me arrepentiría varias horas después.
Cenamos antes de nuestro show, y durante el mismo, comencé a sentir una molestia en mi estómago, la que no podía atribuir a la comida, ya que fue muy liviana, mi día había sido tranquilo y generalmente gozo de muy buena salud.
Volvimos de madrugada a Marbella, y luego de subir todos los equipos por aquellos brutales cuatro pisos por escalera, tal como lo hacía casi todos los días de la semana, me dejé caer en la cama de mi cuarto en el apartamento que compartíamos con Milena y otra persona que ocupaba el tercer cuarto.
Me dormí rápidamente sin recordar la molestia de algunas horas atrás. Casi de madrugada me desperté de un salto con un profundo dolor en el estómago, me senté en la cama, el dolor no tenía un punto ubicable, pero tomaba parte del estómago y el vientre, y se intensificaba por momentos, y por otros calmaba. Intenté dormirme varias veces, bebí algo de agua, pero la mañana llegó muy pronto sin que lograra cerrar los ojos. Me levanté y de inmediato me fui a una sala de primeros auxilios que quedaba a diez minutos del apartamento de la calle Juan Breva. La atención fue escasa o casi nula, me ubicaron en un consultorio vació, me inyectaron un suero y me dejaron descansar hasta que pasara el dolor, nadie intentó averiguar el origen del mismo, pero a pesar de todo, el dolor calmó. Dos horas después aproximadamente, volví a casa más calmado y sin ningún síntoma, me dormí hasta la media tarde.
Por la noche tenía otro show, esta vez en el Havanna Bar de Marbella, con Cristina, una hermosa persona, muy buena amiga, española por donde la mires, con una dulce voz, con quien también hacíamos covers, pero en este caso internacionales para público de las más variadas nacionalidades. Esta vez me acosté más tarde que de costumbre, casi al alba, por lo que me desperté a media tarde con aquel dolor de la noche anterior, pero en esta ocasión mucho más intenso, a punto tal que casi no podía incorporarme de la cama. Lo soporté por casi una hora hasta que calmó un poco, lo suficiente como para poder levantarme e ir nuevamente a la salita de primeros auxilios. Allí volvieron a inyectarme suero, pero al cabo de una hora, como el dolor persistía, rápidamente me subieron a una camilla, ambulancia y directamente al Hospital Costa del Sol donde fui atendido de urgencia dado el profundo dolor que me atormentaba. Me realizaron todo tipo de estudios, tomografías, radiografías, análisis de sangre y vaya a saber cuántos más, pero la verdad es que yo estaba sumergido en una semi consciencia, los dolores eran tan profundos que apenas veía guardapolvos blancos, ambos verdes y rosas dando vueltas a mi alrededor, rara vez comprendía las conversaciones, solo sentía que me llevaban de un lugar a otro. Perdí la noción del tiempo, apenas recuerdo estar postrado en una especie de sillón similar a los que se utilizan para los dadores de sangre, con un soporte a mi lado del que pendía un botellón plástico de lo que supongo era un suero con algunos medicamentos. Entreabrí los ojos al reconocer la voz de Milena que hablaba con una médica o enfermera, no lo sé exactamente, me pedía que me quedara tranquilo, que estaba bien atendido en aquel lugar. De allí, me subieron a una camilla, me quitaron la ropa y me colocaron un camisolín blanco, la siguiente imagen que recuerdo, es ver que esa camilla se movía para introducirse en un enorme tubo blanco con luces interiores y ruidos extraños, allí debo haberme desvanecido, ya que nada más recuerdo de aquel día.
El despertar de aquella secuencia de acontecimientos, fue tal vez, la historia más loca de toda mi vida, la vivencia de sensaciones tan profundamente disparatadas y opuestas, fue sencillamente como tocar el Cielo y el Infierno en unos pocos segundos.
Normalmente, cuando despertamos de nuestro habitual sueño cotidiano, nos lleva apenas un par de segundos tomar consciencia del lugar donde estamos, ubicarnos en tiempo y espacio, en aquella ocasión, ese despertar ocurrió como si viéramos una película en cámara muy lenta. Comencé a abrir los ojos lentamente, tenía la sensación de estar en medio de una nube, un profundo silencio, veía una tenue luminosidad blanca en el centro que se convertía en sombras hacia afuera. La suave luz blanca del centro de visión, lentamente se iba agrandando, mientras las sombras que la rodeaban iban disminuyendo. Mi sentido de la audición acompañaba aquella lentitud del sentido de la vista, y si bien no identificaba ningún sonido, iba tomando noción del espacio que me rodeaba, aunque no lograba dimensionarlo. La luz blanca se iba haciendo más y más intensa, hasta herirme, y lo que antes era una sombra que la rodeaba, ahora era una imagen totalmente borrosa, nebulosa. La luz blanca seguía haciéndose cada vez más intensa, por lo que tenía que entrecerrar los ojos. En ese momento, sentí una voz que desde muy lejos me hablaba, y mientras lo hacía, iba acercándose.

- Al fin te despiertas Jorge, vaya que has dormido. Hace horas que te observo y espero este momento.

Giré la cabeza hacia mi derecha ya que de ese lado provenía la voz, y lo que vi me produjo un sobresalto tal, que creo haber gritado en ese momento. Un hombre viejo, de abundante cabello blanco, con una tupida barba también canosa y bigotes haciendo juego, que me miraba con una profunda paz y una sonrisa muy relajada. Vestía una bata blanca que llegaba casi hasta los pies, sentado cerca de mi cama. Hizo un silencio de algunos segundos y luego dijo:

- Yo soy Jesús, Jesús Verdugo.

No me siento capaz de describir lo que entonces sentí. Tuve la sensación de que mi corazón explotaba dentro de mi pecho, un volcán nacía en mi estómago para estallar dentro de mi cabeza, mientras un frío puñal se clavaba en mi espalda, el tiempo se paralizó y toda la escena quedó congelada como si estuviera viendo una fotografía.

Mierda, carajo, entonces era cierto, Dios existe, la puta madre, y yo que jamás creí en estas historias!!!! Entonces, todo se terminó para mi, mierda, mierda, que lo parió. Qué hago ahora?!!!!

Todo daba vueltas a mi alrededor, la confusión tomó mi cuerpo y mi mente, no podía coordinar un pensamiento, un desorden generalizado desbordaba mi escasísima capacidad de razonamiento. Para completar la escena, Jesús comenzó a reír, primero suavemente, y poco a poco en voz más alta, hasta llegar a una carcajada. Se notaba que intentaba hablar, pero la risa no se lo permitía, mientras golpeaba con las manos a ambos lados de donde estaba sentado. La confusión en la que estaba era tan loca e inconmensurable, que no podría definir cuanto duró aquella situación. Finalmente, la risa de Jesús se fue calmando, hasta que pudo hilar algunas palabras, las que pronunció entrecortadas entre los espasmos de la risa que no podía contener:

- Yo soy Jesús, Jesús Verdugo, esos son mi nombre y mi apellido, soy un viejo librero de Fuengirola, tu compañero de habitación en el hospital. Estoy aquí con mi pierna fracturada por un accidente de tránsito. Te operaron del estómago y en este momento estás saliendo de la anestesia.

La fortísima luz blanca que hería mis ojos cuando recién desperté, era el sol entrando por la ventana de la habitación. Comencé lentamente a distinguir el sonido del tránsito por la autovía, y al levantar apenas la mirada, alcancé a ver el Mediterráneo a pocos metros más allá de ella. En ese momento, me volví a dormir.


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