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Mostrando entradas de septiembre, 2012

Con los ojos cerrados

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C on los ojos cerrados, veo más allá que con los ojos abiertos. Veo por ejemplo, que no he visto claramente aquello que tenía tan cerca, seguramente por tenerlo tan cerca, que lo que suponía suave, brillante y hermoso, con los ojos húmedos se aprecia más claramente, y descubro entonces que las sombras eran más largas que el mismo árbol. Con los ojos abiertos, el tiempo pasa más fugaz a nuestro lado, llevándose por delante infinidad de momentos que más adelante en el camino, comenzamos a desear que hubieran sido eternos. Atropellamos en el empujón, sin medir los costos, buscando un mañana que nunca termina de llegar, porque cada mañana, cuando abrimos los ojos, sigue siendo hoy, y se necesita mucho tiempo para descubrir que lo verdaderamente importante, lo auténticamente hermoso de nuestra vida, no es más que este intocable y sincero presente, tan efímero, tan ágil y liviano como el vuelo de una mariposa. Con los ojos cansados, seguramente habremos aprendido, con los

El vagabundo

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A lguien está golpeando a tu puerta , (se dijo a si misma, como si fuera su conciencia quien le hablara). Y la voz interior continuó: Sé que estás escuchando esos golpes, aún cuando sigas sentada en ese antiguo y cómodo sillón, como si nada estuviera ocurriendo. Los pájaros silenciaron su canto cuando los golpes interrumpieron la magia de aquel silencio, los perros pararon sus orejas y levantaron sus narices tratando de olfatear algún peligro, pero no se  movieron, seguían echados a sus pies, pero ella no se inmutaba, como si solo fuera el sonido del viento. Alguien esta golpeando a tu puerta , (le volvió a repetir su voz interior). Laura abrió los ojos lentamente y se dejó caer lentamente en el mundo exterior. Los golpes en la puerta se repitieron, y entonces trató de intuir quien llamaba. A través del sonido, fue imaginando algunos rasgos de la visita. Sabía que era un hombre, lo fue dibujando en su mente parte por parte, sintió que era un tipo calmo porque sus golpes eran fir

Me gusta ....

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M e gusta andar rápido por la autopista, con la música sonando a buen volumen, el viento dibujando una sonrisa en mi cara y el sol a pleno entrando por todos lados. Me gusta andar descalzo. Me gusta compartir una copa de vino con alguien que merezca una larga charla. Me gusta caminar por la playa, escalar una montaña que represente un desafío, correr en un ambiente verde y desentenderme del mundo de cemento, de los números binarios, de los horarios, de los piquetes y la política. Me gusta irme de vacaciones sin planes previos, sin reservar hoteles ni excursiones, me gusta elegir a dónde ir, cuanto quedarme y cuando irme. Me gusta la gente vela, la que es capaz de arrancar sin preguntas al lugar más insólito en el horario menos apropiado, y alejarme de la gente ancla, que siempre hace un largo silencio ante cualquier propuesta para luego empezar a poner “peros”. Me gusta la música que escucho, que mi equipo suene bien, que tenga volumen suficiente para que me pueda met

Volar

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H ay una hora de la noche, cuando todo duerme, cuando se puede identificar a cada auto que pasa por allí, cuando se escuchan los pasos perdidos de casi nadie como si no quisieran despertar a las veredas, los que se pueden oir claramente aún cuando estés en el piso diez. A esa hora, todo el día se mezcla en una sola imagen, un solo sonido: el silencio casi total. La ventana del balcón abierta ayuda a que llegue el sonido de la lluvia cayendo mansamente sobre el pavimento. Esa imagen, que noche a noche baila sobre el balcón, traslúcida tras los vidrios de la ventana, es siempre la misma, la que no quiere irse, la que vuelve indefectiblemente cada vez que la ciudad se aquieta, la que también está en el día a día, la que ni siquiera quiere hacerse borrosa a pesar del tiempo que parece detenido, inmovilizado. Esa imagen pesa anudada en el estómago, cierra la garganta, ahoga, encierra, hace que el universo se vea tan pequeño, que el mundo termine en la vereda de enfrente, que la mañan