Solo algunas noches


Solo algunas noches, cuando el nuevo día tiene apenas dos o tres horas, suelo preparar un mate, sentarme frente a los teclados y dejarme ir por la ventana que da al jardín de esta casa, que no es mi casa. Afuera, la ciudad desgarra todos sus silencios, y mi mirada se freeza en el verde intenso. Suena bastante lógico entonces preguntarme acerca del día que se fue, de lo que supongo será mañana, pero la curiosidad se me escapa de las manos y viaja bien lejos al pasado, y vuelvo a revisar mi tiempo como quien mira por la ventana de un tren de alta velocidad, entonces, escenas cotidianas vuelven a representarse ante mis ojos como estáticos escenarios, y nuevamente vuelvo a poner todo el teatro en la balanza que divide el ayer del presente, y es entonces que me dejo ir, cierro los ojos, respiro profundo, y me invade esa hermosa sensación de sentirme bien conmigo mismo.

Pocos días atrás, parado sobre el tensor del ala de un avión a tres mil metros de altura, a punto de saltar en paracaídas, tuve esa misma sensación de bienestar, como si hubiera saldado todas mis deudas, sintiendo que lo que venga mañana bien pago está, me quedan por delante los sueños por los que vale la pena despertar cada día, motores que me dan energía y le ponen sentido a la vida. Los ojos bien abiertos para no perderme detalle, mientras el instructor no pide permiso para empujarme al vacío, sin dudas, sin temor, solo adrenalina, solo vida agitando el corazón. 

Algunas escenas de la vida cotidiana




























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