Raices
Fue necesario viajar 28.900 Kms durante 40 días, recorrer
dieciocho ciudades de siete países distintos y caminar alrededor de 380 Kms,
para que por alguna razón que no conocía de antemano, descubriera lo mucho que
necesitaba hacer este viaje, aunque solo lograra comprender esto en los últimos
dos días, cuando después de tanto andar volví a Italia y llegué a Filottrano,
un pequeño pueblo a 32 Kms de Ancona, justo en el corazón de Italia. Recuerdo
claramente que al bajar del bus y pisar esa tierra, tuve una explosión de
sensaciones que como un volcán brotaron desde mi estómago y explotaron en
lágrimas incontenibles.
Dos sencillos y profundos conceptos me cerraron en ese
momento, los que seguramente traía en forma inconsciente conmigo desde mucho
tiempo atrás. Durante el viaje desde Ancona a Filottrano, el hermosísimo
paisaje entre montañas, con praderas absolutamente verdes, totalmente
sembradas, tierras de trabajo y paz, logré darle dimensión al concepto de
"universalidad": sin haber descubierto nada, siempre supe que cada
uno de nosotros vivimos inmersos en nuestro propio universo, que como una
burbuja trasparente nos envuelve y acompaña a cada paso que damos, y que
nuestra calidad de vida depende directamente de lo grande que hagamos ese
universo y de cómo lo ambientemos, de que es absolutamente elástico, y que su
tamaño y calidad dependen de cuanto ampliemos el mundo que recorremos y lo rico
que lo hagamos con la curiosidad, dedicación y amor que le pongamos. En este
momento, siento que mi universo es sencillamente hermoso, enorme, y pretendo
seguir enriqueciéndolo, llenándolo de todo el amor que pueda, porque esta es la
única razón por la que me siento tan feliz en estos días.
El segundo concepto que me llenó de emoción en cuanto pisé
el suelo de Filottrano, fue darle valor al indivisible nexo que hay entre
nuestras raíces, al comprender que todo lo que somos tiene su raíz en nuestro
pasado, en las historias de nuestros padres, nuestros abuelos, y más atrás aún.
Comprendí también que somos el tronco de ese imaginario árbol genealógico, y que
éste es nuestro presente, y que tan hermoso y fuerte como lo hagamos, hará que
la copa del mismo se vea tan fresca y hermosa como firme mantenga la conexión
desde las raíces hasta el más alto de los brotes.
Luego de este día impresionante para mi corazón, volví a
Roma y pude por primera vez en todo el viaje, realmente relajarme, dejarme
estar en ese mundo de mis antepasados, que es también mi mundo, caminar sin
rumbo por sus calles bulliciosas, plenas de risas y música, sentarme al sol en
la vereda de un bar cualquiera a disfrutar de una cerveza y simplemente
impregnarme de toda la magia de sentirme una persona íntegra, en paz conmigo
mismo por el simple hecho de descubrir que luego de un siglo desde que mi
abuelo partió desde Italia dejando absolutamente toda su vida atrás en busca de
un sueño, que el perro finalmente alcanzó a morderse la cola.
Sentado en ese sencillo y hermoso parque en Filottrano, a la
sombra de los primeros brotes de la primavera del hemisferio norte, con la
mirada perdida en el tiempo, junté un poco de esa tierra, para que mis brotes
la cuiden y sea parte metafórica y textual de su herencia para las generaciones
venideras y que con este simple ícono puedan mantener la conexión con su ayer,
para que el árbol que generen les de los más hermosos brotes a la sombra del
cual puedan sentarse y sentir como sentí aquella tarde, que la vida tiene un
solo sentido: ser felices.
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